Por: Mauricio Jaramillo Jassir
La llegada de Joe Biden significa una oportunidad para que el gobierno colombiano rencauce su política exterior y retome tradiciones y mínimos con los que funcionan las relaciones entre pares. Algunas lecturas escépticas apuntan a que sin importar quien sea el presidente en Estados Unidos, son poco probables los cambios hacia América Latina. Se trata de una postura que merece revisión, pues en el último tiempo, es posible identificar transformaciones de relevancia no solo hacia la región en su conjunto, sino frente a Colombia. Basta recordar el apoyo de Barack Obama a la paz colombiana, gesto que no fue solo retórico, sino que significó por primera vez el envío de un representante para los diálogos, Bernard Aronson y materializó un cambio fundamental: el plan Paz Colombia, llamado a cambiar años de apoyo a la guerra por un enfoque que aunque mantenía la cooperación militar, involucraba de forma definitiva a EEUU en el postconflicto y hacia expresó la necesidad de apoyo a programas sociales para que este fuese viable. La participación de Biden en dicha administración y su sensibilidad por la paz, presagian un mayor respaldo a la concreción de los Acuerdos de La Habana, en contraste con la fijación de la administración de Donald Trump con el tema del narcotráfico cuya responsabilidad se adjudicó exclusivamente a los llamados países productores. Lamentablemente, el gobierno colombiano actual terminó aceptando el anacrónico rol, sin apostar por una relación entre iguales.
En el pasado reciente, Biden y Obama sellaron el descongelamiento con Raúl Castro que puso fin a décadas de sanciones violatorias del derecho internacional y que afectan los derechos humanos y son políticamente insostenibles. Claro está, el bloqueo no se levantó del todo y solo flexibilizaron las sanciones a través de órdenes ejecutivas. El avance, de todos modos, fue significativo y se espera un nuevo periodo de acercamientos.
No habrá momento más oportuno para que Colombia reconduzca su política exterior respecto de Estados Unidos y con ello, retome tradiciones que hoy parecen puestas en entredicho por cuenta del dogmatismo ideológico que nos conduce sin remedio, a las peores épocas de la Guerra Fría.