En La sombra del presidente, la novela de León Valencia, quedó muy bien retratada la biografía de Álvaro Uribe. La diferencia de otras novelas con la de León es que aquí la ficción no está en las personas sino en el libreto. La trama, deliciosa, viene acompañada del buen vino que le gusta al autor.
Entre Medellin, Cartagena y Sicilia, que son regiones hermanas no solo por los paisajes sino por sus historias de dolor, superación, peleas de clanes y estirpes familiares y dos o tres hechos concatenados, uno se da cuenta, como dice al comienzo el relato, que cada uno de los personajes lleva su fardo a cuestas. Y que, salvo las hipótesis sobre el juicio histórico en la JEP y la tranquila y apacible desaparición del protagonista de la vida pública, la novela es más bien, una crónica novelada. Pero, eso sí, repleta de chismes que de otra manera nunca hubieran podido ser contados y mucho menos, creídos.
Mucho me temo, por estas razones, que la historia de las familias Ferrero y Echeverry, contada en la novela de León Valencia, no estará en los anaqueles de las novelas sino de la historia colombiana. Y no tanto porque sus personajes se parezcan tanto a la realidad que se salen de la ficción, sino porque el autor sabe tanto de la vida real de ellos como para ponerse ahora a inventarles historias así sean noveladas.
Congratulaciones, por ello, al autor, que ha encontrado la forma de repasar y condensar años difíciles de la historia colombiana y la manera de que puedan ser entendidos y saboreados, un buen libro para un buen vino.