En el día de ayer tuve el gusto de participar en un encuentro que cumplía con dos propósitos: celebrar los 20 años de FUNGLODE y conmemorar los 20 años de la creación de la Reserva de Biósfera Seaflower. La conversación, organizada por FUNGLODE, la Corporación Vivamos Humanos y la recién creada iniciativa Gran Seaflower permitió hablar de los principales retos a los que se enfrenta el Caribe y algunas soluciones para enfrentarlos.
El panel contó con autoridades académicas y ambientales y permitió ver un panorama mucho más claro de lo que es hoy la región y de las graves consecuencias a las que se enfrenta, de no tomar medidas de fondo, que no estén motivadas en lo político sino en la protección medioambiental.
Con eso en mente, se presentó en ese espacio la iniciativa Gran Seaflower, que pretende ser una reserva transfronteriza, que incluya a seis países, pero que además cuenta con el apoyo de las comunidades, los raizales y los creoles de la región. El espíritu de dicha iniciativa es preservar tanto los ecosistemas marinos del Caribe Suroccidental, como permitir la actividad humana sostenible que sirva como sustento a las comunidades que dependen exclusivamente del mar.
Vale la pena destacar que este tema sobrepasa el campo de lo político, de hecho en el conversatorio escuchamos voces como las de Ileana López, del Programa Ambiental del Caribe de la ONU, Ana Isabel Márquez, investigadora de la Universidad Nacional de Colombia, el Capitán Francisco Arias, director de Invemar y Arne Britton, director de CORALINA. Todos, sin falta, estuvieron de acuerdo en la necesidad de, no solo fortalecer el Seaflower como hoy lo conocemos, sino de ampliarlo al Gran Seaflower para lograr una protección completa y verdaderamente eficaz.
De mi parte expreso mi apoyo a la iniciativa del Gran Seaflower desde tres «i»: la primera es la «i» de identidad, que implica construir el proyecto con los raizales y los creoles; la «i» de investigación pues este proyecto solo puede ser exitoso de la mano de la ciencia y la investigación todo lo que aún no sabemos sobre pastos y fauna marina, todo esto atado al concepto de biósfera. Por último la «i» de inclusión social, que incluye a la población del Archipiélago, pues debe haber una política dirigida a mejorar las condiciones de vida de quienes habitan la región que se busca proteger.
Celebro la existencia de espacios de esta naturaleza y espero se sigan dando hasta lograr soluciones de fondo para el Caribe Suroccidental.