Por: Carolina Muñoz
La semana pasada murió Ruth Bader Ginsburg, la segunda mujer en ocupar un asiento en la Corte Suprema de los Estados Unidos, quien permaneció en el cargo durante 27 años. Ruth Bader Ginsburg dejó un legado indeleble especialmente por su férrea defensa de la igualdad de género y de los derechos de los homosexuales.
Su activismo en la defensa de los derechos de las comunidades más desprotegidas empezó mucho antes de su llegada a la Corte Suprema. En los años setenta trabajó en la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles de los Estados Unidos, desde donde ganó casos icónicos en materia de discriminación basada en el género. Uno de ellos fue el caso Reed vs. Reed, del año 1971, en el que un tribunal determinó por primera vez que tratar a una mujer de manera diferente a un hombre era ilegal y violatorio de la Constitución de los Estados Unidos.
Su papel fue más allá. Fue una abanderada de otorgar a los viudos los mismos beneficios que recibían las viudas, considerando que no había fundamento jurídico para esa disparidad. Enfrentándose a una Corte Suprema conformada por nueve hombres, comprendió que la mejor forma de lograr igualdad de género era visibilizar los ámbitos en los que la discriminación afectaba a los hombres en cambio de abogar directamente para proteger a las mujeres.
Los precedentes logrados en los casos en los que estuvo involucrada abrieron paso a leyes que permitieron a las mujeres acceder a tarjetas de crédito e hipotecas sin la supervisión de sus maridos y logró que las mujeres obtuvieran las mismas condiciones laborales a los que tenían derecho los hombres. Su trabajo tuvo un enorme impacto cultural, pues dichos beneficios hicieron que muchas más mujeres decidieran trabajar y no dedicarse exclusivamente a las tareas del hogar.
Algunos de sus votos más trascendentales como juez de la Corte Suprema tuvieron que ver con el derecho de las mujeres a abortar y el derecho de las parejas del mismo sexo a casarse.
El trabajo de la juez Ruth Bader Ginsburg fue titánico e impactó no solo a los Estados Unidos sino al resto del mundo, sin embargo su tarea no está completa. A pesar de los enormes avances en términos de igualdad de género, el camino aún es largo. Las mujeres todavía ganamos el 70% del salario de los hombres y la maternidad, e incluso la potencial maternidad, es aún vista como una debilidad en el ámbito laboral. El trabajo del hogar aún no tiene el reconocimiento que debería. Así mismo, la igualdad de derechos de parejas del mismo sexo es más formal que material.
Es ahora responsabilidad de las nuevas generaciones preservar el legado de la juez Ginsburg y completar la tarea que ella adelantó.
Foto: Corte Suprema de los Estados Unidos